Esta mañana el cielo ha querido que apareciese una estrella más y Don Miguel Delibes ha pensado que, quizás allí arriba, necesitasen a alguien que les explicase quién es "el Mochuelo", o por qué "la sombra del ciprés es alargada" (seguro que él quiere descansar bajo la sombra redondita de un gran pino), pensaría que en el cielo, más que en la tierra, necesitan historias del campo, de niños de pueblo que crecen y luego se despiden...
La realidad es que aquí abajo nos hemos quedado un poco más solos sin él, porque yo también necesito que me cuenten historias tan duras y tan ciertas como "El hereje" o "Los Santos Inocentes".
No me dio tiempo a pasar "Cinco horas con Mario", no me dio tiempo a conocerlo, cuando ni siquiera sabía que "el escritor había muerto antes que el hombre", y yo seguía con la esperanza de verlo en alguna feria del libro.
Hoy he llorado lágrimas amargas y duras y frías, como esta mañana de marzo, al enterarme, en forma de comentario trivial, que ya no habría "feria de libro" y que Daniel el Mochuelo, Roque el Moñigo y Germán el Tiñoso habían quedado irremediablemente huérfanos...
Quizás después de esta despedida resulte frívolo hablar de un reencuentro...
Él es una de esas personas que tenía que aparecer en mi vida de nuevo, después de diez años, con carcajadas y como si nada hubiese pasado (ni siquiera el tiempo).
Es una de esas personas a las que no se les puede guardar rencor porque te resulta genial y magnética y está esculpido en un material sobrenatural...
Porque a pesar de todo le amé más de lo que debía.
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